Después de escuchar varios comentarios muy entusiastas
sobre un psíquico que aparecía en la
TV, decidí ver el programa, uno de cuyos episodios estaba en
youtube. Los comentarios de la gente son que este “psíquico” era capaz de
conocer detalles imposibles de saber sobre personas muertas, que eran
corroborados por familiares vivos, y que esto constituía una prueba irrefutable
de su capacidad psíquica, además de una demostración palpable de que existe
comunicación con los muertos. La canalización es un supuesto contacto a través
de un “psíquico” con seres queridos fallecidos.
En el capítulo que vi un sujeto que podría
haber sido argentino (o uruguayo), estaba con tres damas jóvenes en lo que me
pareció ser la casa familiar de ellas, al parecer en El Arrayán, cerca de
Stgo., Chile. El “psíquico” iba entregando información a las tres jóvenes, cuya
madre -según se dijo en el programa- había fallecido de cáncer hacía algún
tiempo atrás.
La información que entregaba o canalizaba el
“psíquico” era de dos tipos: la primera era sobre cosas que habían ocurrido en
la casa y sobre algunos elementos que había allí, como por ejemplo una planta,
una mesa, etc. El psíquico daba algunos datos sobre esos elementos, como una
fecha aproximada de cuándo se había comprado, algo sobre el color del objeto, o
dónde se compró o bien por qué se adquirió.
El segundo tipo de información era mucho más
relevante, y por cierto mucho más impactante, y se refería a emociones,
actitudes y pensamientos de la madre fallecida. Y estas informaciones
terminaban casi siempre con aseveraciones sobre algún aspecto mucho más
desconocido e íntimo de la madre, que incluía revelaciones como el amor que
sentía hacia sus hijas, las preocupaciones sobre ellas, o bien que “perdonaba”
a las chicas por algún suceso específico.
A esta altura las chicas ya estaban tan
emocionadas que creían cualquier cosa que el psíquico decía y lloraban a más no
poder. El episodio terminaba con un final feliz, en donde el psíquico les
“transmitía” a las hijas algún mensaje esperanzador, en el cual por cierto lo
más importante era que la madre estaba muy bien en el otro mundo, y además les
entregaba algún mensaje críptico pero obviamente muy vago, pero a lo críptico y
ambiguo, dejaba entrever que las chicas comprendían con cierta claridad su
significado, y que tenía un profundo sentido.
La verdad es que el programa fue muy similar a
varios programas televisivos norteamericanos, en los cuales un “psíquico” se
comunica con algún fallecido de alguno de los asistentes al programa. En esos
programas el psíquico va diciendo cosas sobre la persona muerta, y el sujeto va
corroborando lo que dice, lo que genera una gran carga o tensión emocional, que
normalmente termina en llanto del deudo. En el programa chileno no había
escenario ni público, sino solamente las tres jóvenes, pero todo lo demás era
similar.
Una observación atenta y objetiva de estos
programas nos muestra la forma en que estos supuestos “psíquicos” llevan a cabo
este show. Lo primero pasa inadvertido para el público, y es que se hacen
preceder de una reputación. Esta reputación –algo así como estar frente a un
gran mago- ya crea un ambiente propicio para que fenómenos como la sugestión
(definida como una credibilidad exacerbada) comience a operar. A esto hay que
añadir una necesidad emocional muy fuerte del deudo de obtener alguna
información sobre el fallecido. Una vez en el escenario, todo es más fácil, y un
par de preguntas muy vagas y ambiguas le muestran al psíquico si va por buen o
mal camino. Son preguntas que el sujeto responde verbalmente, dando al
“psíquico” pistas sobre si está bien encaminado o no. Pero mucho antes de la
respuesta verbal del sujeto, el psíquico ha obtenido una respuesta del lenguaje
no verbal. Así que en forma muy rápida y sutil tiene el tiempo suficiente para
cambiar o reajustar su pegunta frente a la respuesta no verbal del sujeto antes
de que incluso el mismo incauto haya terminado de responder verbalmente. De ahí
en adelante el asunto es todavía más fácil, porque la fuerte necesidad
emocional del consultante por aclarar aspectos o asuntos inconclusos con el
fallecido –sean culpas, interrogantes o rencores-, el ambiente que se creó, las
expectativas, el tono serio y casi “solemne” del psíquico, y el haber
“adivinado” una o dos cosas, hacen muy fácil el resto. A esta altura el incauto
se traga todo; ya es una “presa fácil”.
Un diálogo típico es más o menos el siguiente:
-Psíquico: en su casa había un
cuadro… un retrato en una pared…
-Incauto: sí, estaba en mi
dormitorio, pero después lo cambié al living
-Psíquico: claro… por eso tiene dos
colores de fondo, y se nota como un movimiento. Este cuadro tiene una gran
significación emocional para Ud.
-Incauto: por supuesto, es la última
foto que se sacó mi madre antes de su muerte
-Psíquico: y para ella también fue
importante. Ella sintió que su partida podía estar cercana
-Incauto (ya llorando en este
momento): sí, creo que lo presintió.
-Psíquico: pero también hay una mesa
de un color especial
-Incauto: tiene que ser la que compró
mi madre para la graduación de mi hermana
-Psíquico (con voz ahora más
profunda): ahí en esa mesa sucedieron muchas cosas importantes. Comidas,
reuniones familiares, a veces discusiones…
-Incauto: todavía me siento culpable
de la última discusión, cuando ella estaba enferma
-Psíquico (continúa con voz grave y
ahora más baja): claro… pero me llega algo… su madre la perdonó completamente,
entendió que esa vez Ud. estaba con muchos problemas…
-Incauto: (llorando a mares): que alivio…!
-Psíquico: y además ella quiere que
sepa que está muy bien.
Resultado: el incauto queda feliz. El
“psíquico” también porque ganó dinero fácil. Y el público ha logrado
conmoverse, llenar sus propias expectativas, reforzando su creencia en el más
allá y disminuyendo ansiedades sobre el fallecido. Y el espacio de TV obtuvo un
buen rating. Todos felices. Así que dado que es un buen negocio, estos
“canalizadores” ahora hasta se promocionan mediante publicidad.
No nos da el espacio para un análisis muy
detallado sobre el episodio comentado arriba, pero de todos modos basta con
reparar en unos pocos detalles: en toda casa hay cuadros. En toda casa hay al
menos una mesa. En toda mesa ha habido celebraciones, buenos y malos momentos, d
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James Randin |
iscusiones,
etc. Como se advierte entonces, el psíquico ha ido acomodando lo que dice el
mismo incauto, de modo que ha logrado adquirir su información a partir del
mismo inocente, a través del leguaje tanto verbal como no verbal. Que es un show
–usando un eufemismo- ya no cabe ninguna duda. Pero quizás podríamos hacer una
pequeña concesión, y es pensar que el “psíquico” actúa de buena fe y cree
realmente en lo que está haciendo. Pero pequeños detalles en sus gestos, tono
de voz, ciertas aseveraciones que hace, hacen muy dudosa esta alternativa.
Tal como dice James Randin, el “desenmascarador
de psíquicos”, la única forma de aceptar este tipo de cosas sería mediante una
experimentación cuidadosa, objetiva y científica. Hasta ahora nadie ha superado
su reto, pese a que ofrece un millón de dólares. Otras situaciones de corte muy
similar son las famosas consultas a “adivinos” o “psíquicos” para conocer el
propio futuro, que siguen más o menos las mismas pautas que hemos esbozado
aquí. Y también el público se traga todo.
Más interesante que este asunto, que es
definitivamente un claro timo permitido, es investigar por qué los seres
humanos tenemos tanta necesidad de creer en estas cosas, puesto que es una
necesidad de tipo casi universal, que está presente en todo grupo humano y
también a lo largo de la historia. En el templo de Delfos, en Grecia, hace unos
2500 años, ya ocurría algo similar. Pero dejaremos este tema para otro momento.