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6/6/08

TERRITORIALIDAD

Se define un instinto como una serie de pautas de comportamiento relativamente complejas, determinadas biológicamente y muy importantes para la supervivencia de la especie. Los instintos se diferencian de los reflejos en que éstos son respuestas involuntarias a un estímulo, mucho más simples.
Hay varios instintos, y uno de ellos es el instinto territorial, que consiste en sentir que el territorio que ocupamos es “propio” e inviolable. En los animales es fácil darse cuenta de que opera en forma muy fuerte el instinto territorial, como lo muestra una simple observación de los perros, que hasta marcan su territorio. Pero aún los reptiles, las aves, e incluso muchas especies de peces, tienen también instinto territorial, es decir poseen un territorio, dentro del cual atacan a cualquier intruso que ingrese.
En la vida animal el instinto territorial tiene una función muy definida. Le indica al animal el lugar donde puede desenvolverse, y obtener dos cosas básicas: comida y sexo. Con la comida se mantiene vivo, y a través del sexo logra procrear y mantener su especie y/o su linaje. El territorio tiene además la función de separar al grupo de pertenencia de otros grupos.
En los seres humanos el instinto territorial opera también, y esto puede verse de muchas maneras. Lo más característico es la casa, el hogar. Siempre se ha considerado el hogar como algo inviolable, en todas partes del mundo, lo cual ha estado respaldado por las leyes. Pero en el ser humano se produce una extensión del instinto territorial, representado por el barrio, el pueblo, o ciertos confines. Además, de manera simbólica el instinto territorial se extiende todavía más, por ejemplo a los límites de la nación o de la patria. De modo que cuando un país invade a otro, se siente inmediatamente como una agresión, dado que nos están amenazando el territorio.
El instinto territorial es muy fuerte en el hombre, auque no nos guste mucho admitirlo. Por ejemplo está también presente en el trabajo, en donde la oficina se convierte en el territorio de su ocupante. O cierta sección de la empresa, como podría ser una bodega, que es el territorio de los bodegueros. Cuando vamos por primera vez a una casa extraña, nos limpiamos los pies, esbozamos una gran sonrisa, hasta nos agachamos un poco y pedimos permiso con mucha humildad para entrar, porque en el fondo sabemos que estamos invadiendo un territorio que no es el nuestro y podemos despertar la agresión del ocupante. Otro ejemplo es el deporte, pues todos sabemos que jugar en el territorio del otro equipo es más difícil que en el propio. En el caso concreto del fútbol, cuando se hacen pronósticos acerca del resultado de un partido, siempre se toma en consideración si el partido se jugará “acá” o “allá”. La cancha puede ser idéntica, el pasto también, los arcos son iguales, etc., pero jugar en un territorio ajeno es una violación del instinto territorial que pasa la cuenta en el resultado.
El antiguo castigo o pena del extrañamiento o destierro, tan común en la antigüedad, nos muestra también lo grave que es dejar de pertenecer a un territorio y quedar sin arraigo. No poder volver a su propia patria era un castigo horrible.
De modo que el instinto territorial es fuerte en el ser humano. Como todo rasgo humano, hay personas que lo tienen más acentuado y otros menos. La amenaza de perderlo despierta de inmediato temor y agresión, y logra muchas veces fortalecer el vínculo entre las personas, aunque tengan diferencias importantes en otros aspectos, las que son dejadas de lado para salvar algo más importante como es el territorio.