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20/4/13

CANALIZACIONES

Después de escuchar varios comentarios muy entusiastas sobre un psíquico que aparecía en la TV, decidí ver el programa, uno de cuyos episodios estaba en youtube. Los comentarios de la gente son que este “psíquico” era capaz de conocer detalles imposibles de saber sobre personas muertas, que eran corroborados por familiares vivos, y que esto constituía una prueba irrefutable de su capacidad psíquica, además de una demostración palpable de que existe comunicación con los muertos. La canalización es un supuesto contacto a través de un “psíquico” con seres queridos fallecidos.

En el capítulo que vi un sujeto que podría haber sido argentino (o uruguayo), estaba con tres damas jóvenes en lo que me pareció ser la casa familiar de ellas, al parecer en El Arrayán, cerca de Stgo., Chile. El “psíquico” iba entregando información a las tres jóvenes, cuya madre -según se dijo en el programa- había fallecido de cáncer hacía algún tiempo atrás.

La información que entregaba o canalizaba el “psíquico” era de dos tipos: la primera era sobre cosas que habían ocurrido en la casa y sobre algunos elementos que había allí, como por ejemplo una planta, una mesa, etc. El psíquico daba algunos datos sobre esos elementos, como una fecha aproximada de cuándo se había comprado, algo sobre el color del objeto, o dónde se compró o bien por qué se adquirió.

El segundo tipo de información era mucho más relevante, y por cierto mucho más impactante, y se refería a emociones, actitudes y pensamientos de la madre fallecida. Y estas informaciones terminaban casi siempre con aseveraciones sobre algún aspecto mucho más desconocido e íntimo de la madre, que incluía revelaciones como el amor que sentía hacia sus hijas, las preocupaciones sobre ellas, o bien que “perdonaba” a las chicas por algún suceso específico.

A esta altura las chicas ya estaban tan emocionadas que creían cualquier cosa que el psíquico decía y lloraban a más no poder. El episodio terminaba con un final feliz, en donde el psíquico les “transmitía” a las hijas algún mensaje esperanzador, en el cual por cierto lo más importante era que la madre estaba muy bien en el otro mundo, y además les entregaba algún mensaje críptico pero obviamente muy vago, pero a lo críptico y ambiguo, dejaba entrever que las chicas comprendían con cierta claridad su significado, y que tenía un profundo sentido.

La verdad es que el programa fue muy similar a varios programas televisivos norteamericanos, en los cuales un “psíquico” se comunica con algún fallecido de alguno de los asistentes al programa. En esos programas el psíquico va diciendo cosas sobre la persona muerta, y el sujeto va corroborando lo que dice, lo que genera una gran carga o tensión emocional, que normalmente termina en llanto del deudo. En el programa chileno no había escenario ni público, sino solamente las tres jóvenes, pero todo lo demás era similar.

Una observación atenta y objetiva de estos programas nos muestra la forma en que estos supuestos “psíquicos” llevan a cabo este show. Lo primero pasa inadvertido para el público, y es que se hacen preceder de una reputación. Esta reputación –algo así como estar frente a un gran mago- ya crea un ambiente propicio para que fenómenos como la sugestión (definida como una credibilidad exacerbada) comience a operar. A esto hay que añadir una necesidad emocional muy fuerte del deudo de obtener alguna información sobre el fallecido. Una vez en el escenario, todo es más fácil, y un par de preguntas muy vagas y ambiguas le muestran al psíquico si va por buen o mal camino. Son preguntas que el sujeto responde verbalmente, dando al “psíquico” pistas sobre si está bien encaminado o no. Pero mucho antes de la respuesta verbal del sujeto, el psíquico ha obtenido una respuesta del lenguaje no verbal. Así que en forma muy rápida y sutil tiene el tiempo suficiente para cambiar o reajustar su pegunta frente a la respuesta no verbal del sujeto antes de que incluso el mismo incauto haya terminado de responder verbalmente. De ahí en adelante el asunto es todavía más fácil, porque la fuerte necesidad emocional del consultante por aclarar aspectos o asuntos inconclusos con el fallecido –sean culpas, interrogantes o rencores-, el ambiente que se creó, las expectativas, el tono serio y casi “solemne” del psíquico, y el haber “adivinado” una o dos cosas, hacen muy fácil el resto. A esta altura el incauto se traga todo; ya es una “presa fácil”.


Un diálogo típico es más o menos el siguiente:

-Psíquico: en su casa había un cuadro… un retrato en una pared…
-Incauto: sí, estaba en mi dormitorio, pero después lo cambié al living
-Psíquico: claro… por eso tiene dos colores de fondo, y se nota como un movimiento. Este cuadro tiene una gran significación emocional para Ud.
-Incauto: por supuesto, es la última foto que se sacó mi madre antes de su muerte
-Psíquico: y para ella también fue importante. Ella sintió que su partida podía estar cercana
-Incauto (ya llorando en este momento): sí, creo que lo presintió.
-Psíquico: pero también hay una mesa de un color especial
-Incauto: tiene que ser la que compró mi madre para la graduación de mi hermana
-Psíquico (con voz ahora más profunda): ahí en esa mesa sucedieron muchas cosas importantes. Comidas, reuniones familiares, a veces discusiones…
-Incauto: todavía me siento culpable de la última discusión, cuando ella estaba enferma
-Psíquico (continúa con voz grave y ahora más baja): claro… pero me llega algo… su madre la perdonó completamente, entendió que esa vez Ud. estaba con muchos problemas…
-Incauto: (llorando a mares): que alivio…!
-Psíquico: y además ella quiere que sepa que está muy bien.

Resultado: el incauto queda feliz. El “psíquico” también porque ganó dinero fácil. Y el público ha logrado conmoverse, llenar sus propias expectativas, reforzando su creencia en el más allá y disminuyendo ansiedades sobre el fallecido. Y el espacio de TV obtuvo un buen rating. Todos felices. Así que dado que es un buen negocio, estos “canalizadores” ahora hasta se promocionan mediante publicidad.

No nos da el espacio para un análisis muy detallado sobre el episodio comentado arriba, pero de todos modos basta con reparar en unos pocos detalles: en toda casa hay cuadros. En toda casa hay al menos una mesa. En toda mesa ha habido celebraciones, buenos y malos momentos, d
James Randin
iscusiones, etc. Como se advierte entonces, el psíquico ha ido acomodando lo que dice el mismo incauto, de modo que ha logrado adquirir su información a partir del mismo inocente, a través del leguaje tanto verbal como no verbal. Que es un show –usando un eufemismo- ya no cabe ninguna duda. Pero quizás podríamos hacer una pequeña concesión, y es pensar que el “psíquico” actúa de buena fe y cree realmente en lo que está haciendo. Pero pequeños detalles en sus gestos, tono de voz, ciertas aseveraciones que hace, hacen muy dudosa esta alternativa.

Tal como dice James Randin, el “desenmascarador de psíquicos”, la única forma de aceptar este tipo de cosas sería mediante una experimentación cuidadosa, objetiva y científica. Hasta ahora nadie ha superado su reto, pese a que ofrece un millón de dólares. Otras situaciones de corte muy similar son las famosas consultas a “adivinos” o “psíquicos” para conocer el propio futuro, que siguen más o menos las mismas pautas que hemos esbozado aquí. Y también el público se traga todo.

Más interesante que este asunto, que es definitivamente un claro timo permitido, es investigar por qué los seres humanos tenemos tanta necesidad de creer en estas cosas, puesto que es una necesidad de tipo casi universal, que está presente en todo grupo humano y también a lo largo de la historia. En el templo de Delfos, en Grecia, hace unos 2500 años, ya ocurría algo similar. Pero dejaremos este tema para otro momento.