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3/11/10

LA RELACION CON LOS DEMAS

El hombre es un ser que está en relación con muchas cosas, muchos elementos en forma simultánea. Se relaciona con su ambiente, con otras personas, con su trabajo, y también consigo mismo. Más importante que la cantidad de relaciones que establezca, es la calidad de las mismas. Así, por ejemplo, para relacionarse con los demás y consigo mismo, debe cumplir algunas condiciones; sin pretender enumerarlas todas, se puede citar las principales.

En primer lugar es importante la actitud de apertura; esto significa estar abierto al otro, no prejuzgarlo ni clasificarlo (etiquetarlo), de antemano, ni tampoco tener prejuicios formados por cualquier circunstancia. De este modo la relación se hace libre.

Es también importante abrirse, mostrarse en forma auténtica. Quien permanentemente se oculta tras algunas máscaras priva a los demás –especialmente a sus seres queridos- de la posibilidad de mostrarles su riqueza interior. Y quizás peor aún, pues termina por vivir con la máscara y creyendo ser así. Abrirse no es fácil, porque exige valentía y conlleva siempre un riesgo, en el sentido de ser dañado si mostramos nuestro “talón de Aquiles”. La vida por otro lado nos enseña con quién uno se puede abrir y con quién no.

Finalmente, para una relación sana es imprescindible el contacto con la propia emocionalidad. Saber siempre qué se está sintiendo, de modo que las emociones fluyan libremente, y tengan una salida o cauce natural. Si estamos “trancados” con alguna de esas emociones nuestro propio desarrollo también se estanca. HBC

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo-Tú
Ich und Du
(Yo y Tú), escrito en 1923, es la obra de más éxito por su idea de la filosofía del diálogo. En su obra, el autor plasma las relaciones entre el Yo-Tú y Yo-Ello. El Yo-Tú detalla las relaciones entre el hombre y el mundo, describiéndolas como abiertas y de mutuo diálogo. En la relación Yo-Ello se debe necesariamente interactuar con el Yo-Tú. Pero éste no es el objetivo, el propósito principal es, sin embargo, la relación entre el hombre y la eterna fuente del mundo, representada por Dios. Buber apoya que la presencia de Dios puede encontrarse en la existencia diaria.

[editar] Comunicación interpersonal El pensamiento de Buber constituye un aporte al amanecer de un nuevo humanismo. En contra de un mundo que se ha vuelto inhabitable para el hombre, Buber vio necesario resaltar los valores fundamentales de la vida humana y contribuyó a marcar claramente el origen y el destino de toda la existencia humana. La solidaridad, el respeto por el otro, la tolerancia, la no discriminación y el amor por el prójimo son aquellos valores indispensables que los seres humanos deben recuperar para alcanzar su destino: la comunión con Dios. Sólo el camino del amor y de la tolerancia, vivida en todos los ámbitos de la vida humana (en la familia y en las instituciones civiles) permitirá que el hombre se plenifique. (Ure, 2001).

Esta visión de comunicación lleva implícita la noción de verdad. Esto quiere decir que, a partir del verdadero encuentro intersubjetivo, los seres vinculados en comunicación no deben mentirse con las palabras. En lo interpersonal hay verdad de encuentro y por ello debe haber manifestación –en los mensajes– de sinceridad. Buber indica una realidad que no ha sido suficientemente abordada por la filosofía clásica. Muestra un camino al iniciar un diálogo con el ser que fundamenta la comunicación interhumana. Estas experiencias de comunicación yo-tú son muy significativas para el que las vive; resultan difíciles de transmitir en palabras, sobre todo en su significado más profundo; marcan un sentido, una dirección en la vida, dan una claridad en el camino de cada uno y una vitalidad para seguirlo. (Meca, 1984).

Las ideas de Buber ayudan a mirar de otro modo la enseñanza de los valores. ¿cómo pensar en impartir cualquier escala axiológica, sino fuera dialógicamente? El logos, sacramento de muy delicada administración, sólo se enseña en diálogo. Para el desarrollo de una axiología dialogada es necesaria la plena confianza en el maestro. (Díaz, 2002). Sólo puede enseñar y formar quien inspira confianza. No obstante, los conflictos entre maestro y discípulo no son evitables, ni deben ser evitados por principio, pero en el momento en que se presentan han de servir para que el alumno vencido asimile la derrota y encuentre en el maestro la palabra de cariño necesaria. Si el vencido es el profesor, la humildad se impone, sin caer en el masoquismo que destruya la necesaria confianza del alumno. Siempre es necesario compromiso en la verdad de la persona.