La mente funciona de manera muy especial, y tiene algunas leyes que los psicólogos hemos ido descubriendo. Una de ellas es la completación, que significa que las experiencias emocionales que se viven a medias y no se completan dejan una huella más fuerte en la psiquis que si se hubieran completado o cerrado.
En una situación tan simple como una discusión, por ejemplo, si una de las personas no pudo expresar todo lo que sentía pasará buena parte de la tarde “rumiando” lo que debería o no debería haber dicho. Muchos de los famosos traumas derivan precisamente de situaciones inconclusas que van quedando en la vida.
Un aspecto particularmente grave de los asuntos inconclusos es que en la mente no existe el tiempo. Ya Freud había descubierto que lo emocional es atemporal. En la vida diaria, uno puede comprobarlo también: si nos interrumpen una conversación interesante, podemos juntarnos un par de días después y proseguirla como si nada hubiese pasado.
Por esa razón los traumas o las situaciones inconclusas pueden arrastrase años de años; en el fondo constituyen una emoción que no se vivió enteramente, y quedó anclada en la mente. Conocí el caso de una persona que quedaba gravemente afectada cuando hablaba de su padre, muerto hacía más de treinta años; el padre había fallecido estando peleados, y jamás pudo pedirle perdón, ni alcanzó a decirle que lo quería. Cuando logró cerrar su asunto inconcluso, recuperó la tranquilidad y felicidad que siempre debería haber tenido.
Cada asunto inconcluso es en el fondo una preocupación que queda en la mente, pero peor aún porque queda con una carga emocional importante. Muchas personas se quejan de “llevar una carga en la vida”, o “una pesada mochila”, y la más de las veces se trata precisamente de situaciones inconclusas. Hay técnicas que ayudan a superar los asuntos inconclusos.
Quizás la más importante es aprender a no dejar cosas pendientes, a terminar lo que hemos empezado, en todo orden de cosas. Es también muy importante ser asertivo, es decir, aprender a expresar lo que se siente en todo momento. También ayuda mucho lograr vivir más el presente, y aceptar el pasado tal como fue, aunque no haya sido lo ideal. Es también de gran importancia desarrollar la capacidad de perdón que todos tenemos, porque muchos asuntos inconclusos tienen que ver con sentir que hemos sido dañados. Para esto último muchas veces debe observarse primero al ego, al orgullo, lo que es difícil. También al plantearse metas, hay que ser realista, eligiendo aquellas posibles de cumplir, para que no se transformen en un asunto inconcluso.
En todo caso, lo más importante es que cuando vivamos situaciones que sentimos como de alto contenido emocional, seamos capaces de darnos cuenta de esto y preocuparnos de hacer “el cierre” en ese momento. Y podemos saber si hicimos bien el cierre porque uno queda tranquilo. HBC
En una situación tan simple como una discusión, por ejemplo, si una de las personas no pudo expresar todo lo que sentía pasará buena parte de la tarde “rumiando” lo que debería o no debería haber dicho. Muchos de los famosos traumas derivan precisamente de situaciones inconclusas que van quedando en la vida.
Un aspecto particularmente grave de los asuntos inconclusos es que en la mente no existe el tiempo. Ya Freud había descubierto que lo emocional es atemporal. En la vida diaria, uno puede comprobarlo también: si nos interrumpen una conversación interesante, podemos juntarnos un par de días después y proseguirla como si nada hubiese pasado.
Por esa razón los traumas o las situaciones inconclusas pueden arrastrase años de años; en el fondo constituyen una emoción que no se vivió enteramente, y quedó anclada en la mente. Conocí el caso de una persona que quedaba gravemente afectada cuando hablaba de su padre, muerto hacía más de treinta años; el padre había fallecido estando peleados, y jamás pudo pedirle perdón, ni alcanzó a decirle que lo quería. Cuando logró cerrar su asunto inconcluso, recuperó la tranquilidad y felicidad que siempre debería haber tenido.
Cada asunto inconcluso es en el fondo una preocupación que queda en la mente, pero peor aún porque queda con una carga emocional importante. Muchas personas se quejan de “llevar una carga en la vida”, o “una pesada mochila”, y la más de las veces se trata precisamente de situaciones inconclusas. Hay técnicas que ayudan a superar los asuntos inconclusos.
Quizás la más importante es aprender a no dejar cosas pendientes, a terminar lo que hemos empezado, en todo orden de cosas. Es también muy importante ser asertivo, es decir, aprender a expresar lo que se siente en todo momento. También ayuda mucho lograr vivir más el presente, y aceptar el pasado tal como fue, aunque no haya sido lo ideal. Es también de gran importancia desarrollar la capacidad de perdón que todos tenemos, porque muchos asuntos inconclusos tienen que ver con sentir que hemos sido dañados. Para esto último muchas veces debe observarse primero al ego, al orgullo, lo que es difícil. También al plantearse metas, hay que ser realista, eligiendo aquellas posibles de cumplir, para que no se transformen en un asunto inconcluso.
En todo caso, lo más importante es que cuando vivamos situaciones que sentimos como de alto contenido emocional, seamos capaces de darnos cuenta de esto y preocuparnos de hacer “el cierre” en ese momento. Y podemos saber si hicimos bien el cierre porque uno queda tranquilo. HBC
1 comentario:
Juguetes
¡Qué feliz eres, niño, sentado en el polvo,
divirtiéndote toda la mañana con una ramita rota!
Sonrío al verte jugar con este trocito de madera.
Estoy ocupado haciendo cuentas,
y me paso horas y horas sumando cifras.
Tal vez me miras con el rabillo del ojo y piensas:
"¡Qué necesidad perder la tarde con un juego como ese!"
.
Niño, los bastones y las tortas de barro
ya no me divierten; he olvidado tu arte.
Persigo entretenimientos costosos
y amontono oro y plata.
Tú juegas con el corazón alegre con todo cuanto encuentras.
Yo dedico mis fuerzas y mi tiempo
a la conquista de cosas que nunca podré obtener.
En mi frágil esquife pretendo cruzar el mar de la ambición,
y llego a olvidar que también mi trabajo es sólo un juego.
Rabindranath Tagore (1861–1941)
Publicar un comentario