En estos días la opinión pública fue impactada por el abandono de un bebé, que fue encontrado de noche y por casualidad, salvando así su vida. Hechos como éste se dan con relativa frecuencia, y llevan a preguntarse las razones de esta acción.
En realidad no hay explicaciones que sean aplicables a todos los casos. Hay madres que abandonan al bebé simplemente por factores económicos, de insolvencia. Otras porque puede haber sido una guagua indeseada. Quizás la mayoría, porque no tienen la madurez suficiente para enfrentar un nuevo rol que les demandará cuidados hacia el nuevo ser, la entrega de amor desinteresado, y nuevas y constantes preocupaciones. O tal porque está enamorada de otro; o bien porque tiene planes incompatibles con su nueva calidad de madre, que la hacen tomar la decisión de abandonar el hijo para elegir otra opción de vida. Y por último, tal vez en algunos casos se trata de madres jóvenes que han vivido su embarazo en soledad, lejos de la familia, y se deshacen de la criatura para que nadie se entere.
Si bien pueden hasta cierto punto comprenderse todas estas razones, lo más chocante es la forma en que a veces esto se hace, como el caso mencionado. Podría haberse entregado el bebé a un hogar de menores, a una familia, o en otro lugar, y no haber expuesto a la guagua a una posible e inminente muerte. La reacción popular ante hechos como este o en general frente a las agresiones y el daño hacia los niños es la repulsa y la condena inmediata. ¿Por qué es tan fuerte esta reacción social de condena?
Aunque la respuesta a esta actitud de repulsa y condena podría buscarse en la psicología, por ejemplo en un condicionamiento cultural, la verdadera explicación se encuentra en un nivel más primitivo que el psicológico, como es el nivel instintivo. El ser humano, igual que otros animales, especialmente los mamíferos, tiene un instinto de protección hacia los niños (las crías) que es muy fuerte, y que opera tanto en mujeres como en hombres; es parecido al instinto maternal, pero no es lo mismo. De modo que cuando se expone a un bebé a una muerte o se le daña, este instinto entra en acción. La finalidad de este instinto es precisamente proteger la vida de niños y así preservar la especie.
Otra situación en la cual puede apreciarse este instinto de protección en el ser humano es en los cuidados y protección que brindamos a animales pequeños, por ejemplo gatos y perros. En los animales, que también -como decíamos- poseen este instinto de protección hacia las crías, hay casos documentados en que un animal protegió y cuidó a un animal de otra especie que si hubiera sido adulto habría sido su presa. Y otro caso en donde puede apreciarse el mismo instinto es en de los llamados niños lobos o niños salvajes, en los que un animal ha cuidado, alimentado y protegido a un bebé humano.
La fuerza de los instintos es enorme, y en general tienen más influencia en la conducta que los factores puramente psicológicos, aunque a menudo esta influencia ha sido subvalorada, especialmente por la misma psicología. Pero también hay excepciones, en las cuales el factor psicológico es más fuerte que el factor instintivo, como el caso de religiosos que coartan su instinto sexual, o el mismo caso de madres que abandonan a su bebé. En relación a las consecuencias del abandono materno en el niño, son normalmente muy traumáticas, porque el niño vivirá sintiendo y pensando toda su vida que para su madre hubo algo más importante que él. Pero este tema lo abordaremos en otro artículo.
En realidad no hay explicaciones que sean aplicables a todos los casos. Hay madres que abandonan al bebé simplemente por factores económicos, de insolvencia. Otras porque puede haber sido una guagua indeseada. Quizás la mayoría, porque no tienen la madurez suficiente para enfrentar un nuevo rol que les demandará cuidados hacia el nuevo ser, la entrega de amor desinteresado, y nuevas y constantes preocupaciones. O tal porque está enamorada de otro; o bien porque tiene planes incompatibles con su nueva calidad de madre, que la hacen tomar la decisión de abandonar el hijo para elegir otra opción de vida. Y por último, tal vez en algunos casos se trata de madres jóvenes que han vivido su embarazo en soledad, lejos de la familia, y se deshacen de la criatura para que nadie se entere.
Si bien pueden hasta cierto punto comprenderse todas estas razones, lo más chocante es la forma en que a veces esto se hace, como el caso mencionado. Podría haberse entregado el bebé a un hogar de menores, a una familia, o en otro lugar, y no haber expuesto a la guagua a una posible e inminente muerte. La reacción popular ante hechos como este o en general frente a las agresiones y el daño hacia los niños es la repulsa y la condena inmediata. ¿Por qué es tan fuerte esta reacción social de condena?
Aunque la respuesta a esta actitud de repulsa y condena podría buscarse en la psicología, por ejemplo en un condicionamiento cultural, la verdadera explicación se encuentra en un nivel más primitivo que el psicológico, como es el nivel instintivo. El ser humano, igual que otros animales, especialmente los mamíferos, tiene un instinto de protección hacia los niños (las crías) que es muy fuerte, y que opera tanto en mujeres como en hombres; es parecido al instinto maternal, pero no es lo mismo. De modo que cuando se expone a un bebé a una muerte o se le daña, este instinto entra en acción. La finalidad de este instinto es precisamente proteger la vida de niños y así preservar la especie.
Otra situación en la cual puede apreciarse este instinto de protección en el ser humano es en los cuidados y protección que brindamos a animales pequeños, por ejemplo gatos y perros. En los animales, que también -como decíamos- poseen este instinto de protección hacia las crías, hay casos documentados en que un animal protegió y cuidó a un animal de otra especie que si hubiera sido adulto habría sido su presa. Y otro caso en donde puede apreciarse el mismo instinto es en de los llamados niños lobos o niños salvajes, en los que un animal ha cuidado, alimentado y protegido a un bebé humano.
La fuerza de los instintos es enorme, y en general tienen más influencia en la conducta que los factores puramente psicológicos, aunque a menudo esta influencia ha sido subvalorada, especialmente por la misma psicología. Pero también hay excepciones, en las cuales el factor psicológico es más fuerte que el factor instintivo, como el caso de religiosos que coartan su instinto sexual, o el mismo caso de madres que abandonan a su bebé. En relación a las consecuencias del abandono materno en el niño, son normalmente muy traumáticas, porque el niño vivirá sintiendo y pensando toda su vida que para su madre hubo algo más importante que él. Pero este tema lo abordaremos en otro artículo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario