Acaban de cumplirse doscientos años del natalicio de Charles Darwin. Este gran científico -quien estuvo también en Chile- fue el creador de la teoría de la Evolución, que plantea que las especies evolucionan unas de otras, se adaptan, y, respecto al hombre, que éste desciende de formas más primitivas de vida, específicamente de la línea de los primates.
Cuando publicó su teoría, en realidad dio un gran golpe al ego de la humanidad, al sacar al hombre de su puesto en el universo como criatura de Dios, y transformarlo en una especie más. Despertó por tanto la ira de grupos religiosos, que no podían aceptar que el hombre no hubiera sido creado por Dios, como dice la Biblia. Sin embargo, desde su formulación, la teoría tuvo una gran aceptación en el mundo científico. El libro de Darwin está tan documentado, es tan claro en sus planteamientos, que científicamente resultaba imposible invalidar la teoría.
De todos modos cada cierto tiempo la teoría ha sufrido ataques, especialmente de religiones dogmáticas y fundamentalistas. El último ataque vino de lo que se ha llamado la teoría del Diseño Inteligente. En lo esencial, esta teoría plantea que el diseño que tiene cualquier forma viviente es tan complejo, que jamás podría haberse formado por azar o causalidad, aunque fuera a través de millones de años, como plantea la teoría de la evolución. El ejemplo que utiliza la teoría del DI es muy bueno: imaginemos –dicen- que vamos caminando, y encontramos un reloj. Lo examinamos, y descubrimos que es tan complejo, que es imposible que se haya formado solo. Tiene que haber alguien que lo diseñó e hizo. Esa es la esencia de la teoría del Diseño Inteligente. Ni el hombre ni los animales podrían haberse formado solos, por producto de la selección natural o del azar, sino que tiene que haber un diseñador. Y aunque los defensores del DI no lo dicen, es claro que se refieren a Dios cuando hablan del diseñador.
Los evolucionistas en cambio plantean que después de millones de años, las formas de vida evolucionan, haciéndose cada vez más complejas, hasta haber llegado a plasmar las formas de vida superiores que conocemos hoy día, incluyéndonos a nosotros los humanos.
Desde luego, todo el mundo científico está en contra de esa teoría del DI, que más que teoría, está considerada una forma de creacionismo o una forma religiosa de ver el mundo, porque obviamente lo que se postula es que el diseñador sería Dios, concepto que escapa por definición a un estudio científico.
Curiosamente, en donde más fuerza ha tenido esta pseudo-teoría ha sido en Estados Unidos. Grupos religiosos fanáticos o fundamentalistas, han llevado incluso a juicio a organismos educacionales, para exigir que la teoría del DI se enseñe en los colegios junto a la teoría de la Evolución. El fallo en los tribunales en todo caso fue negativo, declarando que el DI no es ciencia sino religión (o propaganda religiosa), lo cual estaría en contra de la libertad de culto en los colegios. Así, después de casi doscientos años, Darwin y su teoría de la Evolución siguen en pie.
Cuando publicó su teoría, en realidad dio un gran golpe al ego de la humanidad, al sacar al hombre de su puesto en el universo como criatura de Dios, y transformarlo en una especie más. Despertó por tanto la ira de grupos religiosos, que no podían aceptar que el hombre no hubiera sido creado por Dios, como dice la Biblia. Sin embargo, desde su formulación, la teoría tuvo una gran aceptación en el mundo científico. El libro de Darwin está tan documentado, es tan claro en sus planteamientos, que científicamente resultaba imposible invalidar la teoría.
De todos modos cada cierto tiempo la teoría ha sufrido ataques, especialmente de religiones dogmáticas y fundamentalistas. El último ataque vino de lo que se ha llamado la teoría del Diseño Inteligente. En lo esencial, esta teoría plantea que el diseño que tiene cualquier forma viviente es tan complejo, que jamás podría haberse formado por azar o causalidad, aunque fuera a través de millones de años, como plantea la teoría de la evolución. El ejemplo que utiliza la teoría del DI es muy bueno: imaginemos –dicen- que vamos caminando, y encontramos un reloj. Lo examinamos, y descubrimos que es tan complejo, que es imposible que se haya formado solo. Tiene que haber alguien que lo diseñó e hizo. Esa es la esencia de la teoría del Diseño Inteligente. Ni el hombre ni los animales podrían haberse formado solos, por producto de la selección natural o del azar, sino que tiene que haber un diseñador. Y aunque los defensores del DI no lo dicen, es claro que se refieren a Dios cuando hablan del diseñador.
Los evolucionistas en cambio plantean que después de millones de años, las formas de vida evolucionan, haciéndose cada vez más complejas, hasta haber llegado a plasmar las formas de vida superiores que conocemos hoy día, incluyéndonos a nosotros los humanos.
Desde luego, todo el mundo científico está en contra de esa teoría del DI, que más que teoría, está considerada una forma de creacionismo o una forma religiosa de ver el mundo, porque obviamente lo que se postula es que el diseñador sería Dios, concepto que escapa por definición a un estudio científico.
Curiosamente, en donde más fuerza ha tenido esta pseudo-teoría ha sido en Estados Unidos. Grupos religiosos fanáticos o fundamentalistas, han llevado incluso a juicio a organismos educacionales, para exigir que la teoría del DI se enseñe en los colegios junto a la teoría de la Evolución. El fallo en los tribunales en todo caso fue negativo, declarando que el DI no es ciencia sino religión (o propaganda religiosa), lo cual estaría en contra de la libertad de culto en los colegios. Así, después de casi doscientos años, Darwin y su teoría de la Evolución siguen en pie.
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