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20/3/09

ENVIDIA Y DESTRUCCION

Existe una gran gama de emociones humanas. Dos de ellas son especialmente críticas: el odio y la envidia, porque son las emociones que llevan a la maldad. El odio es fácil de reconocer; la envidia en cambio, es mucho más difícil, porque como es destructiva, todos la negamos. Se la puede definir como una emoción o sentimiento que consiste en el deseo de destruir algo preciado que tiene otra persona, y que uno mismo no posee. La envidia es siempre destructiva.

La envidia se manifiesta de muchas maneras. En personas poco evolucionadas se manifiesta con el daño directo, como por ejemplo en los niños. Un niño destruye el juguete de su amiguito si es que le gusta y no lo puede tener. Un amigo me contaba hace unos días que había comprado un hermoso auto nuevo. Después de dejarlo estacionado, al volver encontró que su auto estaba rayado, al parecer con un clavo. Aunque esta raya fue hecha por un adulto, en este caso es una manifestación directa y primitiva de envidia.

En personas más "evolucionadas" la envidia toma formas más sutiles. La principal es la descalificación. Si el vecino cambió de auto, decimos que es porque "está vendiendo droga". Si en el trabajo alguien es ascendido, jamás reconocemos que pueda tener más méritos que nosotros mismos, y en cambio comentamos que tiene "contactos", "pitutos", o que es un "chupamedias". Un caso “de libro” que me tocó ver hace ya tiempo, fue el caso de una señora dueña de un negocio, tremendamente envidiosa (envidia patológica en verdad), que a sus mejores amigas pelaba a diestra y siniestra. En una oportunidad en que la hija de una amiga montó un negocio, envió en secreto a una de sus empleadas a ponerle una demanda. ¡Y era su mejor “amiga”! Cuando se enteraba de alguna desventura o desgracia, se regocijaba internamente, aunque ponía una cara de pena e ingenuidad sorprendente. Pero su maldad no terminaba ahí: anuló a su marido y no dejó casarse a ninguno de sus hijos, quienes vivían bajo el terror. Al final, la maldad producto de la envidia, se le volvió en su contra: llegó a la quiebra, y arrastró a su esposo y sus hijos a la ruina total.

En un plano más sutil, la envidia puede manifestarse en un deseo secreto de que aquello que despertó la envidia se destruya solo. Por ejemplo, en el caso del auto del vecino, desear secretamente que en realidad se le funda el motor. Hay envidias para todos los gustos; incluso en ocasiones las mujeres que no pueden tener hijos sienten envidia de aquella mujer que los tiene o que está embarazada.

En todas esas situaciones lo común es el deseo destructivo. El niño y el sujeto primitivo destruyen lo que les provoca envidia en forma directa y primitiva. Los adultos normales destruyen en la mente, a través de la descalificación y los comentarios, aquello que les da envidia. Mucha gente habla de que siente "envidia sana". Por supuesto, ésta no existe. La envidia es siempre destructiva, y por eso la ocultamos tanto. Lo que la gente llama envidia sana puede ser más bien llamado anhelo, aunque no hay una palabra que represente bien esta emoción. La envidia es un sentimiento muy extendido y universal. Hay un conocido dicho que se hace eco de este aserto: "si la envidia fuera tiña, todos estaríamos teñidos". A la base de la envidia normalmente se encuentra una autoestima muy baja, graves complejos, así como poca confianza en conseguir lo que se desea obtener. En ocasiones, viene también de una admiración secreta hacia la otra persona. Más sobre la envidia: http://desdeelmanicomio.blogspot.com/2009/02/la-rica-envidia.html

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