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7/3/08

EL HOMBRE MAS FELIZ DEL MUNDO

Aunque parece el título de un cuento, no lo es. Pues en realidad existe un hombre que es el más feliz del mundo, y la ciencia lo ha identificado. Se trata de un francés, Matthieu Ricard. De sesenta años, con formación universitaria en biología y un doctorado en genética, a los treinta años decidió irse a un monasterio budista. Con el tiempo, por su gran talento llegó a convertirse en el asesor personal del Dalai Lama, cargo que ostenta hasta hoy.
Pero, ¿puede medirse la felicidad? Hay varias maneras de hacerlo, algunas tan simples como pedir a las personas que se pongan una nota de felicidad, y otras muy sofisticadas. Entre éstas últimas figura la medición de ciertos índices cerebrales, específicamente el nivel de conexión que existe entre ambos hemisferios cerebrales. En el caso de Ricard, su nivel de conexión superó ampliamente cualquier medición que se había hecho a otras personas.
El tema de la felicidad es un tópico que hoy se investiga bastante en psicología, porque no sólo es importante centrarse en el estrés, los problemas y las depresiones, sino entender cómo se puede llegar a ser feliz o al menos tener una sensación de bienestar subjetivo mayor. Puede convertirse además en un antídoto contra la depresión, enfermedad tan común y de alto costo en la actualidad.
Pero por mucho que se estudie la felicidad, nunca se llegará a una fórmula rápida y fácil, que es algo que a la psicología norteamericana y a nosotros los occidentales nos cuesta mucho entender. Queremos todo en diez rápidas lecciones, pero no consideramos que el hombre más feliz del mundo es budista, que lleva treinta años en prácticas espirituales y de meditación, y que ha desarrollado valores mucho más profundos que los típicos de la sociedad contemporánea. Por ejemplo le interesa más ayudar a las demás personas que tener una cuenta corriente abultada. El dinero que recibe por la venta de sus libros lo destina íntegramente a obras de caridad y ayuda social; puede rechazar un auto último modelo o una mansión exclusiva, para seguir viviendo una vida simple sin ningún tipo de lujos.
Lo que parece claro es que la felicidad no es algo que llega solo, ni algo esotérico ni tampoco tan misterioso. En la felicidad están involucrados procesos cerebrales y mentales. Pero estos procesos no se desarrollan con diez lecciones ni un par de consejos psicológicos de pasada. La gran plasticidad del cerebro al parecer permite que mediante ciertas prácticas y ejercicios se activen algunos circuitos que son finalmente los responsables de la sensación de felicidad. Algunas drogas parecen también producir o activar estos circuitos, pero es una forma artificial de lograr felicidad, además muy pasajera, y que a mediano plazo tiene consecuencias muy negativas, como contribuir a desintegrar la personalidad.
El problema de fondo para conseguir felicidad es doble: por un lado asociamos la felicidad al dinero (aunque digamos lo contrario), y por otro no estamos dispuestos a invertir en felicidad, es decir llevar a cabo prácticas y estilos de vida que nos acerquen a mejores niveles de felicidad. Pensamos que la felicidad es gratis, que la merecemos solamente porque sí, y no caemos en cuenta de que en realidad nada es gratis en la vida; todo requiere cierto trabajo y preparación.
La felicidad –según Ricard- no se basa en tener cosas ni en factores externos. Es algo que está en la profundidad de cada ser humano, y es ahí donde debe buscarse. Pero falta darse cuenta de esto -tener conciencia-, luego tomar la decisión de profundizar en sí mismo, y finalmente disponerse a invertir tiempo y esfuerzo para lograr algo tan preciado como la felicidad.

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