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5/10/07

SER Y NO PARECER

Uno de los valores humanos que se advierte a lo largo de toda la historia es la autenticidad. En las culturas clásicas, así como en las grandes religiones, este valor gozó -y goza- de una gran consideración. "Ser" se refiere precisamente a esto, a la autenticidad. Es vivir de acuerdo a como uno es, aceptándose por lo tanto a sí mismo. Es también vivir centrado en lo más esencial y permanente del hombre. Esto conlleva de alguna manera una visión de que el hombre no solamente es lo que vemos, sino que tiene una parte más profunda y valiosa.
Sin embargo, pareciera que este valor se va perdiendo. Es así como cada vez más personas parecen centrarse en el "parecer", esto es, en vivir de las apariencias. Vivir en el "parecer" significa valorar más la imagen que se da hacia los demás que el sentido trascendente del "ser". Son formas de vida opuestas.
El perfil de quienes se centran en el "parecer" es bastante definido: son personas competitivas y muy preocupadas con la imagen de triunfador y del éxito; el corolario de esto es naturalmente el vivir de las apariencias. Esto incluye el status social, el dinero, el éxito profesional o académico, los amigos connotados, etc., es decir, todo lo que se puede mostrar y que puede causar algún impacto o admiración en los demás. Sus temas de conversación están centrados siempre en estos temas, y nunca en sí mismos como personas, salvo que hablen de sí mismos para impresionar.
En un reciente viaje de trabajo me tocó conocer un par de personas que ilustran muy bien lo que comentamos; era un grupo de "gente linda" como se podría decir. Un gerente que cada tres meses cotizaba corbatas en internet, que luego encargaba a través de la tarjeta de crédito. Y paradoja increíble: en un grupo religioso hacía sermones sobre la humildad. Y una dama, profesional, que hablaba y hablaba de su novio, quien tenía un caballo de carrera que le había costado veinte millones de pesos; por supuesto, ella se "quejaba" de la compra del novio, pero era tal su habilidad social, que se las arregló para que gran parte de la velada se hablara del famoso caballo.
Lo trágico de esta forma de estar en el mundo es que finalmente las cosas se confunden, y quienes optan por esta forma de vida terminan cada vez más alejados del verdadero núcleo de sí mismos. Mientras más se vive de las apariencias más lejos se está del "ser", del verdadero "yo". Y a fin de cuentas, de la dimensión espiritual que tiene la vida. En mi experiencia, he visto que tarde o temprano estas personas sufren dos situaciones trágicas: por una parte dejan de creer en el amor, perdiendo algo tan esencial de la vida, y por otra parte pierden también la capacidad de tener una comunicación profunda, lo que constituye la antesala inmediata de la soledad y el vacío existencial.
El significado más profundo que hay detrás de vivir centrado en el "parecer" en lugar del "ser" es algo así como "valgo tan poco como persona que debo obtener valoración a través de las cosas externas que he conseguido". Por cierto, la persona misma no se da cuenta de esto. En parte es la misma sociedad quien les enseña a los niños y jóvenes que la imagen y las apariencias son lo más importante.
Ser y no parecer, ésa parece ser la cuestión. No hacer de cuenta que uno "es", sino serlo de verdad. Ser una persona con virtudes y fortalezas, y también con dificultades, problemas, y aspectos nada de agradables ni bonitos, como todo ser humano. Pero luchar por ser mejor, creyendo en la persona, en la trascendencia, en que en nuestro interior hay una joya que desarrollar -el Ser- y que es mucho más valiosa de lo que creemos. Por Horst Bussenius C.

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